CARLOS BACA-FLOR
Nació en el distrito de Islay, provincia de Islay, departamento de Arequipa, al sur del Perú. Sus padres fueron Carlos Baca-Flor y Huáscar y Julia Falcón. Su padre, político, fue secretario privado del presidente boliviano Manuel Isidoro Belzú.
Antes de cumplir un año, se trasladó con su familia a Santiago de Chile, donde estudió en el Colegio de los Agustinos, luego, en el Instituto Nacional. En 1873, producto de una epidemia en Santiago fue enviado a un lazareto, bajo la atención de su madre.
A los trece años murió su padre y quedó bajo el cuidado de su madre, quien dictaba clases de piano a los hijos de familias adineradas en Santiago.
En 1882, ingresó a la Academia de Bellas Artes de Santiago, donde estuvo bajo la dirección de Cosme San Martín, Nicanor Plaza y Florencio Giovanni Mochi. La versatilidad que adquirió no solo en pintura sino también en escultura, le consiguió el primer premio en los concursos de bustos y estatuas (1883), una medalla especial por dibujos, la medalla de oro (1885) y un primer premio (1886).
En 1886, obtiene el primer puesto en una exposición de la academia por La vocación natural. Esta distinción, sumada a las anteriores, le consiguió, a los 18 años, el Premio Roma, que le otorgaba una pensión por cinco años en la capital italiana. Sin embargo, no aceptó el premio chileno por motivos de su lealtad al Perú, ya que después de la Guerra del Pacífico, ambos países mantenían tensas relaciones y el aceptar el galardón hubiera sido visto como una nacionalización chilena. Esta actitud le granjeó las simpatías del ministro plenipotenciario peruano en Chile, Carlos M. Elías de la Quintana, quien informó a su gobierno, consiguiéndose que el presidente Andrés A. Cácares lo invitará a Lima y le otorgará una pensión igual a la del Premio Roma.
En Lima, pintó los retratos de la familia presidencial e instaló un taller cedido por Ricardo Palma (actual Archivo Nacional). Además, realizó varios retratos que se encuentran en el Club Nacional, el antiguo Senado de la República y en el Banco Central de Reserva. En la capital peruana trabó amistad con el científico Scipión E. Llona Gastañeta, el pintor Luis Astete y Concha, el músico José María Valle Riestra y Pedro López Aliaga.
En 1890, más de dos años después de llegar a Lima, partió a Europa, encallando a los doce días de partir en el estrecho de Magallanes. A pesar de las dificultades llegó aLiverpool, Inglaterra, y poco después arribó a París, donde conoció la obra de Van Dick, que le influiría notablemente. Tras su breve estancia en París, se trasladó a Génova, dónde ocupó el puesto de cónsul general del Perú, al que renunció en poco tiempo para instalarse en Roma. En Roma, obtuvo el primer puesto en el concurso para ingresar a la Academia de San Lucas, dirigida por Filippo Prosperi. Sin embargo, al año siguiente el gobierno peruano le retiró la pensión, lo que le obligó llevar un estilo de vida austero, hasta 1893, cuando, por gestiones de Manuel Candamo, pudo recuperar la subvención. En Roma, se relacionó mucho con el director de la Academia de España en Roma, Francisco Pradilla, quien le aconsejó volver a París.
En 1893, llegó a París, donde conoció a Jean Boucher, a quien fue recomendado desde Roma por Miquel Blay. Fue gracias a un amigo de Boucher que conoció al director de la Académie Julien, Jean-Paul Laurens. En Julien consiguió algunas medallas, pero tras un incidente sin importancia con Laurens decidió regresar a Roma (1894), para luego volver otra vez a París. En París, se influenció mucho por Chardin, Da Vinci, Rembrandt y Hans Holbein, además de conocer a Raimundo Madrazo, quien le presentó a José Francisco, duque de Zoagli. El duque de Zoagli era ministro peruano en París y Baca-Flor se hizo muy amigo suyo, al punto de que el duque lo invitó a las celebraciones por el Jubileo de diamante de la reina Victoria, en 1897. En Londres, realizó varios retratos y fue tentado a quedarse allí, pero decidió volver en París, ciudad en la que estuvo intermitentemente por sus viajes a Roma.
En 1905, el gobierno peruano convocó un concurso para realizar una escultura de José de San Martín. Decidido a participar, en 1906, envió una maqueta a Lima que no fue aceptada por el jurado, que no eligió ganador.
En 1907, decidió exponer por primera vez, haciéndolo en el Salón Anual de la Sociedad de Artistas Franceses, en el que obtuvo el primer puesto. Después de esta exposición recibió el encargo de realizar numerosos retratos para la élite francesa, para luego visitar Holanda.
En Chile tuvo amigos que fueron como hermanos y profesores que lo quisieron como a un hijo. Cuando ingresó a la Academia de Bellas Artes de Santiago, en 1882, era apenas un adolescente, impetuoso, lleno de ideas, los alumnos de años superiores le decían “el crítico” porque al observar sus trabajos encontraba los defectos. Destacó siempre, ganó todos los años la medalla de oro ante el asombro de los estudiantes y profesores participando con: pinturas, esculturas y dibujos.
Carlos se prestaba la pintura al óleo que los compañeros de la clase querían botar, cuando al hacer una mezcla de colores no lograban el tono buscado. Les decía a sus amigos: “Dame lo que vas a botar, a mí me servirá”. Cuando se daba la noticia de que recibiría premio por sus pinturas, se acercaban los compañeros y reclamaban: “Mi mezcla de óleos estaba bien hecha. ¿Algún mérito tenemos?”.
Al terminar sus estudios le otorgan El Premio Roma, un galardón especial por haber ganado los tres últimos concursos de manera consecutiva. Aquí es el punto en la historia en el que se puede ver los valores de una persona única. Al estar en el estrado el día de la premiación el Rector de la Academia de Artes de Santiago le propone nacionalizarse (un requisito para recibir el premio era ser chileno). Baca-Flor contesta con voz clara y grave "NO mi patria pasa la desgracia de fracasar en una guerra y la patria es como una madre, uno no puede traicionar a su madre. Prefiero no recibir el premio". Acto seguido se retiró de la ceremonia. El embajador peruano comunicó el hecho a su presidente -entonces Cáceres- quien dijo: "Nosotros le daremos la beca a Roma". Baca-Flor hombre intachable y agradecido reconoce a Chile como su segunda patria; en la que se educó, lo quisieron y respetaron. El historiador peruano, Jorge Basadre, escribió que: "A mediados de 1887 llegó con su madre a Lima e ingresó al círculo de la familia del presidente Cáceres y de sus amigos en el que cultivaba la poesía, la música y las artes plásticas. El Congreso peruano votó con fecha 2 de agosto de 1889 una pensión para que fuera a perfeccionarse a Europa. Viajó el 6 de febrero de 1890 para ya no volver al Perú".
En 1890, llega a París con ayuda del gobierno peruano, pero inmediatamente se traslada a Roma, donde conoció la obra de Velásquez y Antonio Mancini y donde conoció personalmente a Francisco Pradilla, quien le aconsejó regresar a París. En París estuvo bajo la dirección de Jean-Paul Laurens
Hace una secreta pero brillante carrera. En la eterna ciudad conoce el maestro español Francisco Pradilla que dirige la Academia Española de Bellas Artes de Roma. En París hizo amistad con el pintor catalán Hermen Anglada-Camarasa y juntos descubren la noche parisiense y sus posibilidades pictóricas. En Francia —1908— es descubierto porJ.P. Morgan; magnate de las finanzas y apasionado coleccionista de arte. Morgan lo invita a Norteamérica, brinda un banquete en honor a Carlos y muestra el retrato que le ha hecho, asisten: banqueros, mineros, embajadores... Todos coinciden en la belleza y fidelidad del retrato de Morgan. Baca-Flor se convierte al instante en: El Retratista de los Millonarios.
El éxito[editar]
En 1907 gana en París el Primer Premio en el Salón Anual de Artistas Franceses. Sesenta críticos en voto unánime lo declaran ganador. Su obra se expone en el “Salón de Honor” (Nota: el artista no compite en el concurso anual, fue el Marqués de la Pallice quien presenta el retrato que le pintó Baca-Flor, lo hace concursar sin que él (Carlos) se entere).
Al año siguiente conoce a John Pierpont Morgan, magnate de la banca americana que frisaba los sesenta y nueve años, quien jamás permitió que lo retraten. Morgan ese año visitaba al modisto de su familia, el afamado Sr. Worth. Al ingresar al taller del sastre vio en la pared del fondo un cuadro entre dos cortinas de seda roja, el retrato en la pared hacía espejo nítido a los rasgos de Worth, arreglándose los bigotes exclamó: “Increíble... Debo conocerlo, jamás pensé encontrar a un pintor que pudiera retratarme”. Worth de rasgos faciales finos lucía en claroscuro a tres cuartos: impecable, sereno, quieto, de bigote tupido, barba cuidada, talle pectoral ancho, terno azul plata y sombrero de copa. El retrato tiene dos zonas de luz intensa; el pecho en el que rebota un rayo de luz que se filtra desde arriba y el brillo chispeante de los ojos verdes, centelleantes, que auscultan discretos al espectador. “Worth en cuerpo y alma” exclamó J.P. Morgan. Morgan visita a Baca-Flor acompañado del conde Molk, amigo ferviente de Baca-Flor y pariente de Morgan, tocan de manera fuerte y acompasada la puerta del estudio del pintor en la calle Dosne. Carlos abre la puerta y ve un anciano elegante, de rostro adusto pero sonriente, pequeño, de mirada viva enmarcada con espesas cejas. Se presenta con acento yanqui: Me llamo Pierpont Morgan, luego el banquero le mencionó brevemente acerca de su fortuna y la fama que tenía como hombre de negocios y coleccionista de Arte. Carlos le dijo abiertamente: “No tengo interés en su dinero, ni en mecenazgo alguno”, pero el magnate replicó: “Quiero que usted pinte mi retrato”. Pasaron casi dos años para que Carlos viajase a Estados Unidos y pintase a J.P. Morgan, primero hubo de crearse la amistad entre ambos. Morgan al entender que Baca-Flor no buscaba clientes lo rodeó de atenciones. Le obsequió un original de Van Dick, lo invitó a que pasase una temporada en Nueva York...
Lo que el visitante aquella vez no sabía era que Carlos seleccionaba a sus modelos. Carlos Baca-Flor —llamado en Francia El Magnífico— era una persona irrepetible, opuesto al "común"... de los mortales. “Adorador de la religión a la belleza y modesto hasta la exageración” según Don Federico Larrañaga, 1898.
En 1928 regresó a Europa y, tras una corta estadía en España, se reinstaló en París, donde fue hecho miembro del Instituto de Francia y recibió la Legión de Honor. En 1930 volvió a Nueva York, donde realizó distintos retratos de figuras de la banca y la curia romana, entre ellos el futuro Pío XII, hasta 1938, cuando se trasladó a Irlanda.
En 1939 regresó nuevamente a París, en donde su precaria le impidió regresar a Estados Unidos y donde vivió los primeros años de la Ocupación alemana. Falleció el 20 de febrero de 1941 en su taller de Neuilly-sur-Seine y fue enterrado en el cementerio nuevo de dicha ciudad.
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